miércoles, 1 de julio de 2009

Allanamiento de morada

ALLANAMIENTO DE MORADA

El casino de Madrid ha sido “secuestrado” durante breve tiempo (el necesario hasta ser desalojados por la policía) por un grupo de personas que intentan llamar la atención de los estrábicos medios sobre las consecuencias de la crisis y la agudización de las diferencias sociales. Queda como anécdota de unos cuantos perturbadores de este desorden público, porque, que sepamos, es bastante difícil atrapar a los auténticos causantes de este estropicio: los ingenieros de la economía, los recaudadores de beneficios, los que nos han enladrillado y hormigonado el país hasta el más bello rincón. No obstante, los culpables son señores, empresas, bancos, políticos importantes; por tanto, seres respetables que, aunque hayan allanado moradas con leyes hechas a medida como sus trajes, mantienen la cabeza, el sillón y el discurso. Y hemos de creer por su pertinaz insistencia que la culpa la tienen las malas cabezas de una población que se ha dejado seducir por cantos de sirena, es decir, unos pobres ingenuos que no han sabido “nadar y guardar la ropa”, pues ahora que paguen con su hambre, con sus casas hipotecadas, con sus puestos de trabajo, con sus cachivaches inútiles para regocijo de tramposos mercachifles. Todo arrancado, así, de repente, la dignidad también.

Y pagamos la mayoría con la desolación de nuestro territorio, con la desazón de miles de familias, con la suma de pérdidas mientras otros siguen contando beneficios. La crisis, para el dinero sin rostro, sigue siendo rentable y nos señala con su dedo acusador sin mancha, sin conciencia. Nos arroja su culpa, para que nos hagamos cargo también de ella y estemos dispuestos al sacrificio. La culpa se extiende sobre nuestras cabezas como una amenaza asfixiante, sin árbol donde guarecerse, porque nos han allanado nuestras casas, nuestros trabajos, nuestros ríos, nuestros bosques, nuestro espíritu. Pero, no se preocupen, esta crisis es pasajera, dentro de “poco...” lograremos remontar, todavía quedan montes, ríos, bosques que se pueden extirpar y convertir en urbanizaciones de lujo con zonas verdes cuidadosamente recortadas y ordenadas, bien provista de los árboles que sobrevivieron a ser arrancados brutalmente de su entorno, eso sí solo para “almas sensibles, de buen gusto” y con una buena dosis de metal en la caja fuerte. Y es que, en este gran casino, en el que hemos convertido la tierra, juega la banca y siempre gana.


Virginia Téllez Rico. Profesora IES (Antequera)

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