sábado, 30 de enero de 2010

El camino para globalizar el hambre

GLOBALIZACION Y POBREZA

Visité Bhatinda en el Punjab, a consecuencia de una epidemia de suicidios entre los campesinos.
El Punjab fue alguna vez la más próspera región agrícola de la India. Hoy, cada campesino está desesperado y endeudado, vastas extensiones de tierra se han transformado en desiertos sedientos de agua. Y como lo señaló un viejo agricultor “aún los árboles han dejado de dar frutos debido a que el fuerte uso de pesticidas ha matado a los polinizadores -las abejas y las mariposas“.
El Punjab no está solo en esta experiencia de desastre ecológico y social. El último año estuve en Warangal, en Andhra Pradesh, donde también los campesinos se estaban suicidando, agricultores que tradicionalmente cultivaban legumbres, mijo y arroz habían sido atraídos por las compañías semilleras a comprar semillas híbridas de algodón que eran señaladas por los mercaderes como “oro blanco” y que supuestamente los haría millonarios. Al contrario, ellos se transformaron en mendigos.


Sus semillas nativas habían sido desplazadas con nuevos híbridos que no podían ser almacenados y debían ser comprados cada año a un alto costo. Los híbridos eran también muy vulnerables a los ataques de las plagas. Los gastos en pesticidas en Warangal se incrementó en un 2000 %, desde 2.5 millones en 1980 a 50 millones en 1997. Ahora los campesinos se están comiendo los mismos pesticidas como un modo de matarse para escapar permanentemente de deudas que ya no pueden pagar.
Las corporaciones están ahora tratando de introducir semillas con ingeniería genética que aumentarán aún más los costos y riesgos ecológicos; es por eso que agricultores como Malla Reddy, del sindicato de agricultores de Andhra Pradesh, han desarraigado el algodón Bollgard genéticamente modificado de Monsanto en Warangal.
El 27 de marzo Betavati Rattan, de 25 años se quitó la vida porque no pudo pagar las deudas de un tubo de desagüe en su predio de 2 acres. Las cisternas ahora están secas, como lo están las cisternas en Gujarat y en Rajasthan donde más de 50 millones de personas se enfrentan a la muerte por hambre.
La sequía no es “un desastre natural”. Ha sido “hecha por el hombre”. Es el resultado de la extracción de la escasa agua subterránea de las regiones áridas para alimentar los sedientos cultivos de exportación en vez de los cultivos locales menos consumidores de líquidos.

Son experiencias como estas las que me han enseñado que estamos muy equivocados con respecto a la economía global y que es preciso detenernos a pensar acerca del impacto de la globalización sobre la vida de la gente común. Esto es vital para alcanzar la sustentabilidad.
Seattle y las protestas del último año en contra de la Organización Mundial de Comercio nos obligan a todos a pensar de nuevo. A través de esta serie de conferencias muchos ponentes se han referido a aspectos del desarrollo sustentable dando la globalización como un hecho establecido. Para mí, ya es hora de reevaluar radicalmente lo que estamos haciendo. Ya que lo que hacemos a lo pobres en nombre de la globalización es brutal e imperdonable. Esto es especialmente evidente en India en donde tenemos testimonios de los desastres que despliega la globalización especialmente en lo que se refiere a alimentación y agricultura.

¿Quién alimenta al mundo? Mi respuesta es muy diferente a la que da la mayoría de la gente. Son las mujeres y los pequeños campesinos que trabajan con la biodiversidad, los principales proveedores de alimento en el tercer mundo, y al contrario de la opinión dominante sus pequeñas parcelas basadas en la biodiversidad son más productivas que los monocultivos industriales.
La rica diversidad y los sistemas sustentables de producción alimenticia están siendo destruidos en nombre de la creciente producción de alimentos. Sin embargo, con la destrucción de la diversidad desaparecen ricas fuentes de nutrición. Cuando se mide en términos de nutrientes por acre, y desde la perspectiva de la biodiversidad, la tan cacareada “alta productividad” de la agricultura industrial o de las pesquerías industriales no implica más producción de alimentos.
La productividad usualmente se refiere a la producción por unidad de área de un único cultivo. El resultado se refiere a la producción total de diversos cultivos y productos. Al plantar sólo un cultivo en un campo completo como monocultivo por supuesto aumentará su productividad individual.
Al plantar múltiples cultivos en una mezcla que tendrá bajas productividades de cultivos individuales se lograra sin embargo una más alta entrega de alimentos. La productividad ha sido definida de tal manera que prácticamente hacemos desaparecer la producción de las pequeñas parcelas. Esto oculta la producción de millones de mujeres campesinas en el tercer mundo --agriculturas como los de mi Himalaya nativo que luchan en contra la tala en el movimiento Chipko o en sus campos aterrazados en donde hasta hoy crece la Jhangora que es un tipo de arroz, el marsha (amaranto), el tur (un frijól), el urat (garbanzo negro), el gahat (garbanzo caballo), la soya, el bhat (otro tipo de soya)-una infinita diversidad en sus campos. Desde la perspectiva de la biodiversidad la productividad basada en la biodiversidad es más alta que la productividad del monocultivo. Yo por eso llamo a esta ceguera ante la alta productividad de la diversidad “una monocultura de la mente”, que crea monocultivos en nuestros campos y en nuestro mundo.
Los campesinos mayas en Chiapas, México, son caracterizados como no productivos porque rinden sólo dos toneladas de maíz por acre. Sin embargo, la producción de alimentos completa es de 20 toneladas por acre cuando se consideran también sus frijoles y sus calabacitas, sus verduras y los árboles frutales.
En Java pequeños agricultores cultivan 607 especies en los jardines de sus casas. En el África Subsahariana las mujeres cultivan 120 diferentes plantas, un solo jardín hogareño en Tailandia tiene 230 especies y los jardines africanos contienen más de 60 especies de árboles. Las familias rurales en el Congo comen hojas de más de 50 especies diferentes de árboles de sus parcelas.
Un estudio en Nigeria oriental vino a descubrir que las huertas hogareñas ocupaban solamente el 2 % de la tierra cultivable del grupo familiar y equivalían a la mitad del total de la producción agrícola. En Indonesia el 20 % del ingreso de la familia y el 40 % de la provisión de alimentos domésticos proviene de huertos hogareños administrados por las mujeres.
Investigaciones hechas por la FAO demuestran que las pequeñas haciendas de la biodiversidad pueden producir miles de veces más alimentos que los grandes cultivos industriales. Y que la diversidad, además de dar más alimentos es la mejor estrategia para prevenir la sequía y la desertificación.
Lo que necesita el mundo para alimentar una población creciente de modo sustentable es la intensificación de la biodiversidad, no la intensificación química ni la intensificación de la ingeniería genética. Mientras las mujeres y los pequeños campesinos alimentan al mundo mediante la biodiversidad se nos dice insistentemente que sin ingeniería genética y sin globalización de la agricultura el mundo se morirá de hambre. En contra de toda la evidencia empírica que muestra que la ingeniería genética no produce más alimentos y en los hechos a menudo lleva una declinación productiva, se promueve constantemente como la única alternativa a nuestro alcance para alimentar a los hambrientos. Es por eso que preguntamos, ¿quién alimenta al mundo?
La deliberada ceguera ante la diversidad, la ceguera ante la producción de la naturaleza, de la producción de las mujeres, de la producción de los campesinos del tercer mundo, conduce a que la destrucción y la apropiación sean proyectadas como creación.

Consideremos el caso del tan alabado “arroz de oro”, o de la vitamina A del arroz genéticamente modificado, como una cura para la ceguera. Se asume que sin la ingeniería genética no podemos remover la deficiencia en vitamina A. Sin embargo, la naturaleza nos da abundantes y diversas fuentes de vitamina A. Si el arroz no se descascara ese mismo arroz provee vitamina A. Si no se echan herbicidas a nuestros campos de granos tendríamos bathua, amaranto, hojas de mostaza tan deliciosas así como verdura todas las que proveen la vitamina A.
Las mujeres en Bengala usan más de 150 plantas como verdura -Hinche sak (Hendirá fluctuans), palan sak (Spinacea oleracea), tak palang (Rumex vesicarius), lal sak (Amarantus gangeticus)- para nombrar sólo algunas.
Pero el mito de la creación presenta a los biotecnólogos como los creadores de la vitamina A, negando los diversos dones de la naturaleza y del conocimiento de las mujeres en cuanto a como usar la diversidad para alimentar a sus hijos y a sus familias.
El modo más eficiente de conducir la destrucción de la naturaleza, de las economías locales y de los pequeños productores autónomos, es hacer invisible su producción. Las mujeres que producen para sus familias y comunidades son tratadas como “no productivas” y “económicamente inactivas”. La devaluación del trabajo de las mujeres, y del trabajo realizado en las economías sustentables es el resultado natural de un sistema construido por el patriarcado capitalista. Es así como la globalización destruye las economías locales y como la misma destrucción es contada como crecimiento.
Y las mismas mujeres son devaluadas. Ya que muchas mujeres en las comunidades rurales e indígenas trabajan cooperativamente con los procesos de la naturaleza, su trabajo es a menudo contradictorio con las orientaciones de “desarrollo de mercado” y con las políticas comerciales. Y dado a que el trabajo que satisface necesidades y asegura sostenimiento es devaluado en general ahí menos consideración por la vida y sistemas que soporten la vida.
La devaluación e invisibilidad de lo sustentable de la producción regenerativa es más clara en el área de la alimentación. En tanto la división del trabajo patriarcal ha asignado a las mujeres el rol de alimentar a sus familias y comunidades la economía patriarcal y los puntos de vista científicos y las tecnologías patriarcales hacen que el trabajo de las mujeres en la provisión de alimento desaparezca. “Alimentar al mundo” viene a ser disociado de las mujeres que corrientemente realizan este trabajo y es proyectado como dependiente del agro business global y de las corporaciones biotecnológicas.
Sin embargo, la industrialización y la ingeniería genética de los alimentos y la globalización del comercio en la agricultura son recetas para crear hambre, no para alimentar al pobre.
En todas partes, la producción de alimentos ha llegado a ser una economía negativa, con agricultores que gastan más en comprar costosos “inputs” de la producción industrial que superan el precio de lo que reciben por su producto. La consecuencia es el alza de las deudas y la epidemia de suicidios tanto en los países pobres como ricos.

La globalización económica está llevando a una concentración de la industria semillera, al uso creciente de pesticidas y, finalmente, al crecimiento de la deuda. La agricultura de capital intensivo, controlada corporativamente se ha estado extendiendo a regiones donde los campesinos son pobres, pero en donde hasta ahora habían sido autosuficientes en materia de alimentos. En las regiones en donde se ha introducido mediante la globalización la agricultura industrial, con los altos costos se ha hecho imposible la supervivencia de los pequeños agricultores. La globalización de la agricultura industrial no sustentable ha ido evaporando literalmente los ingresos de los agricultores del Tercer Mundo, a través de una combinación de devaluación monetaria, aumento de los costos de producción y un colapso en el precio de las mercancías.
A los campesinos de todas partes se les ha estado pagando por la misma mercancía una fracción de lo que recibían hace una década . El Sindicato Nacional de Agricultores de Canadá lo señala de la siguiente manera en un informe del último año:
“Mientras los agricultores que siembran granos –maíz, trigo, avena—obtienen retornos negativos y son empujados al borde de a bancarrota, las compañías que elaboran cereales para el desayuno obtienen grandes ganancias. En 1998, compañías cerealísticas como Kellog’s, Quaker Oats, y General Mills gozaron de retornos equivalentes a tasas del 56%,165% y 222% respectivamente. En tanto que un bushel de maíz se vendía a US $4, un bushel de cornflakes tenía un precio de US$133... Quizás los agricultores estaban recibiendo demasiado poco porque otros obtenían demasiado.”
En tanto los campesinos ganaban menos, los consumidores pagaban más. En India, los precios de la comida se han doblado entre 1999 y el 2000. El consumo de alimentos basados en granos, a disminuido en un 12%. El alza en las tasas de crecimiento a través del comercio global se basa en psudo-excedentes. Se comercia más alimentos mientras el pobre consume menos. Cuando el crecimiento hace crecer la pobreza, cuando la producción real llega a ser una economía negativa, y los especuladores son definidos como “creadores de riqueza”. Es que algo anda mal en los conceptos y categorías de riqueza y de creación de riqueza. Al empujar la producción real de la naturaleza y de la gente hacia una economía negativa se implica que la producción de mercancías y servicios reales está declinando, y que se está creando una miseria más honda a millones que no son parte del “dot.com” de la creación instantánea de riquezas.
Las mujeres —como ya lo he indicado— son las principales productoras y procesadoras de alimentos en el mundo. Y sin embargo su trabajo en la producción y en el procesamiento ahora ha llegado a ser invisible.
Recientemente, la McKinsey Corporation llega a decir: “Los gigantes americanos en materia de alimentos reconocen que el agro-business de la India tiene todavía bastante espacio de crecimiento, especialmente en materia de procesamiento de comidas. La India procesa a penas un minúsculo uno por ciento del alimento que produce, comparando con el 70% en los EEUU...”
No es que nosotros los hindúes comamos cruda nuestra comida. Los consultores globales fracasan en ver el 99% del procesamiento de comidas hecho por mujeres al nivel del hogar, o por las pequeñas industrias queseras, ya que no están controladas por el agrobusiness. El 99% del agroprocesamiento en India se ha mantenido intencionalmente en el nivel bajo. Ahora, bajo la presión de la globalización, las cosas están cambiando: Leyes de pseudo-higiene se están empleando para cerrar las economías locales y los procesamientos en pequeña escala.

En agosto de 1998, los procesos en pequeña escala de aceite comestible fueron prohibidos en India mediante una “norma de empacamiento” que prohibió la venta de aceite suelto, y reclamó que todo aceite debía venderse envasado en contenedores de plástico o de aluminio. Esto terminó cerrando los pequeños “ghanis” o molinos de presión fría. Destruyó el mercado de nuestras diversas semillas aceiteras, mostaza, linaza, sésamo, castaña y coco.
Y la conquista de la industria de aceite comestible afectó a los ingresos de 10 millones de personas. La conquista de la harina o “atta” por las harinas empaquetadas costó el trabajo a 100 millones. Y estos millones han sido empujados a la nueva pobreza.
El uso forzado de empaques aumentará el peso ambiental de millones de toneladas de desperdicios.
La globalización del sistema alimentario está destruyendo la diversidad de las culturas en materia de comidas y las economías alimenticias locales. Una monocultura global se impone a la gente definiendo todo lo que es fresco, local o hecho a mano como un riesgo para la salud. Las manos humanas han sido definidas como el peor contaminante, y el trabajo de las manos humanas ha sido puesto fuera de la ley, reemplazado por máquinas y químicos comprados a las corporaciones globales. No hay recetas para alimentar al mundo, salvo robar los medios de vida de los pobres para crear mercados para los poderosos.
A la gente se la percibe como parásitos, a ser exterminados para la “salud” de la economía global.

En el proceso nuevos riesgos a la salud y a la ecología se han dejado cae4r sobre el Tercer Mundo a través del dumping de alimentos genéticamente modificados y otros productos peligrosos.
Recientemente, por culpa de la OMC, India ha sido forzada a alzar las restricciones sobre todas las importaciones.
Entre las importaciones sin restricciones están los cadáveres y desechos de animales que crean una amenaza a nuestra cultura e introducen riesgos a la salud pública tales como la enfermedad de las Vacas Locas.
Los CDC (Centros de los EEUU para Prevención de Enfermedades, en Atlanta); ha calculado que en los EEUU ocurren cerca de 81 millones de casos de enfermedad que tienen su origen en la comida. Las muertes por envenenamiento de la comida han subido cuatro veces debido a la desregulación. La mayoría de estas infecciones tienen su causa en la carne industrializada.
En los EEUU se sacrificaban 93 millones de cerdos, 37 millones de vacunos, 2 millones de terneros, 6 millones de caballos, chivos y ovejas, 8 billones de pollos y de pavos... cada año. Y ahora la industria gigante de los EEUU quiere venir a echarle a los consumidores de la India, la carne contaminada producida mediante métodos violentos y crueles.
Lo que le sobra a los ricos se le arroja a los pobres. La riqueza del pobre es apropiada violentamente mediante métodos nuevos e inteligentes como las patentes sobre la biodiversidad y el conocimiento indígena.
Se supone que las patentes y los derechos de propiedad intelectual deben ser otorgados por los nuevos inventos. Pero las patentes se han reclamado por variedades de arroz tales como el asmati por el que mi Valle, en donde nací- es famoso, o pesticidas derivados del Neem que habían estado usando nuestras madres y abuelas.
Rice Tec, una compañía con sede en los EEUU, fue agraciada con la patente Número 5,663,484 por el basmati y sus granos. El basmati, el neem, la pimienta, el gourd amargo, el turmeric... todo aspecto de la innovación encarnada en nuestras comidas indígenas y sistemas medicinales ha sido ahora pirateado y patentado. El conocimiento de los pobres ha sido convertido en la propiedad de las corporaciones globales, creándose una situación en donde los pobres tendrán que pagar por las semillas y las medicinas que han hecho evolucionar y que han usado para satisfacer sus necesidades de nutrición y salud.
Tales falsos reclamos de creación son ahora norma global, con el Trade Related Intellectual Property Right Agreement de la OMC, que obliga a los países a introducir regímenes que permiten el patentado de las formas de la vida y del conocimiento indígena.
En vez de reconocer que los intereses comerciales se construyen sobre la naturaleza y la contribución de otras culturas, la ley global ha elevado a los altares el mito patriarcal de a creación para crear nuevos derechos de propiedad sobre las formas de la vida del mismo modo como el colonialismo usó el mito del descubrimiento como base para hacerse de las tierras de otros como colonias.
Los humanos no crean la vida cuando la manipulan. El reclamo de Rice Tec, en el sentido de que ha “inventado una nueva variedad de arrroz”, o la declaración del Instituto Roslin de que Ian Wilmut “creó” a Dolly niegan la creatividad de la naturaleza, la capacidad autorganizadora de las formas de la vida, y las innovaciones anteriores de las comunidades del tercer Mundo.
Se supone que las patentes y los derechos de propiedad intelectual son un preventivo contra la piratería. Pero en vez de eso han llegado a ser los instrumentos de la piratería del conocimiento tradicional común de los pobres del Tercer Mundo al tornarlo “propiedad” de los científicos occidentales y de las corporaciones.
Cuando se otorgan patentes sobre las semillas y las plantas, como en el caso del basmati, el robo se define como creación, y la salvación y el compartir las semillas se define como robo de la propiedad intelectual. Las corporaciones que poseen amplias patentes sobre siembras como el algodón, el frijol de soja, la mostaza, persiguen a los campesinos si guardan la semilla o si la comparten con sus vecinos.
El anuncio reciente de que Monsanto entrega gratis el genoma del maíz, llama a error, ya que nunca Monsanto se ha comprometido a que nunca patentará variedades de arroz o cualquier otro grano.
Compartir e intercambiar, bases de nuestra humanidad y de nuestra sobrevivencia ecológica, han sido definidos como un crimen. Esto nos empobrece a todos.
La naturaleza nos dio abundancia, y el conocimiento de las mujeres sobre la biodiversidad, la agricultura y la nutrición, construyó sobre esa abundancia para hacer más de menos, para crear crecimiento mediante la generosa donación.
Los pobres son empujados hacia una pobreza más profunda, al hacerlos pagar lo que es de ellos. Aún los ricos se hacen más pobres ya que sus ganancias se basan en el robo y en el uso de la coerción y de la violencia. Esto no es creación de riqueza, sino saqueo.
La sustentabilidad requiere de la protección de todas las especies y de toda la gente y del reconocimiento de que diversas especies y distintos pueblos juegan un rol esencial en el mantenimiento de los procesos ecológicos. Los polinizadores son críticos para la fertilización y generación de las plantas. La biodiversidad en los campos provee vegetales, forrajes, medicina y protección del suelo de la erosión del viento y del agua.
A medida que los humanos avanzan más adentro de la no sustentabilidad, se vuelven más intolerantes con las otras especies y ciegos respecto a su papel tan vital para nuestra sobrevivencia.
En 1992, cuando campesinos de India destruyeron la planta de semillas de Cargill en Bellary, Karnataka, protestando por el fracaso de estas semillas, el presidente de la Cargill dijo: “Nosotros les trajimos a los agricultores de la India tecnologías inteligentes que prevenían que las abejas usurparan el polen”. Cuando participaba en las Negociaciones de las naciones Unidas para la Salud de la Vida, Monsanto hizo circular literatura para defender su herbicida resistente Roundup sobre la base de que prevenía “que las malezas se robaran la luz del sol”. Pero lo que Monsanto llamaba “malezas” eran los campos verdes que proveían arroz con vitamina A que prevenía la ceguera en los niños y la anemia en las mujeres.
Una visión del mundo que define la polinización como “el robo de las abejas” y que declara que la biodiversidad “le roba el sol” es una visión del mundo que ella misma tiene como objetivo robar las cosechas de la naturaleza y reemplazarlas abiertamente por variedades polinizadas con híbridos y semillas estériles, mientras destruye la flora biodiversa con herbicidas como el mencionado Roundup. La amenaza proyectada sobre la mariposa Monarca por cultivos con ingeniería genética bt es también un ejemplo de la pobreza ecológica creada por las nuevas biotecnologías. Mientras las abejas y las mariposas desaparecen, la producción es socavada. A medida que desaparece la biodiversidad, con ella se van las fuentes de la nutrición y de la comida.
Cuando las grandes corporaciones ven a los pequeños campesinos y a las abejas como ladrones, y mediante normas de comercio y nuevas tecnologías buscan el derecho a exterminarlos, la humanidad ha alcanzado un umbral peligroso. El imperativo de pisotear hasta al más pequeño insecto, la más pequeña planta, al más pequeño campesino, surge de un miedo profundo –el miedo a todo lo que esté vivo y sea libre. Y este profundo miedo, esta profunda inseguridad, está desencadenando la violencia contra todos los pueblos y todas las especies.

La economía global de libre mercado ha llegado a ser una amenaza a la sustentabilidad, y la misma sobrevivencia de los pobres y de las demás especies está en juego, no como un efecto lateral o como una excepción, sino de un modo sistemático a través de la reestructuración de nuestra visión del mundo desde sus bases más fundamentales. La sustentabilidad, la donación y la supervivencia han sido puestas fuera de la ley económica en nombre del la competitividad y de la eficiencia del mercado.
Esta noche desearía argumentar que necesitamos hacer reingresar urgentemente al interior de este cuadro a los pueblos y al planeta.
El mundo puede ser alimentado solamente alimentando a todos sus seres, que son los que hacen el mundo.
Al proporcionar alimentos a otros seres y especies, mantenemos a la par las condiciones para nuestra propia seguridad alimenticia. Al alimentar a las lombrices de la tierra, nos estamos alimentando nosotros. Al alimentar a las vacas, alimentamos al suelo, y al alimentar al suelo, proveemos de alimentos a los humanos. Esta visión del mundo en abundancia, se basa en compartir y en una profunda percepción de los humanos como miembros de la familia terrestre. Esta percepción de que empobreciendo a otros seres nos empobrecemos nosotros, y que al alimentar a otros seres, nos alimentamos nosotros, es la base real de la sustentabilidad.

El reto de la sostenibilidad para el nuevo milenio es si el hombre económico global puede salir de la visión del mundo basada en el miedo a la escasez, los monocultivos y los monopolios, la apropiación y la desposesión y virar hacia una visión basada en la abundancia y la donación generosa, la diversidad y la descentralización, el respeto y la dignidad para todos los seres.
La sustentabilidad demanda que nos salgamos fuera de la trampa económica que no deja espacios para otras especies y otros pueblos. La Globalización Económica ha llegado a ser una guerra contra la naturaleza y contra los pobres. Pero las reglas de la globalización no fueron dadas por Dios. Pueden ser cambiadas. Deben cambiarse. Debemos llevar esta guerra hasta el final.
Desde Seattle, una frase usada muy frecuentemente ha sido la necesidad de un sistema basado en normas. La Globalización es la norma del comercio y ha elevado a Wall Street a ser la única fuente de valor. Como resultado, cosas que tienen los valores más altos, como la naturaleza, la cultura y el futuro, han sido devaluados y destruidos. Las normas de la Globalización están socavando las normas de la justicia y de la sustentabilidad, de la compasión y de la generosidad. Debemos salirnos del totalitarismo del mercado hacia una democracia de la tierra.
Podremos sobrevivir como especies sólo si vivimos bajo las normas de la biosfera. La biosfera tiene suficiente para las necesidades de todos, si la economía global respeta los límites de la sustentabilidad y de la justicia.
Alguna vez Gandhi nos recordó:” La tierra tiene bastante para las necesidades de todos, pero no para la avaricia de algunos”.

El texto corresponde a la conferencia pronunciada por la autora en The Nehru Museum, Delhi, India, el 27 de abril de 2000, en un ciclo organizado y transmitido por la BBC de Londres. Tomado de la página electrónica: news.bbc.co.uk



Vandana Shiva,médico, escritora, activista y conferencista hindú. Directora de la Research Foundation for Science, Technology and Ecology (Fundación para la Investigación en Ciencia, Tecnología y Ecología).

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viernes, 22 de enero de 2010

Haití y sus terremotos

LOS PECADOS DE HAITÍ

La democracia haitiana nació hace un ratito. En su breve tiempo de vida, esta criatura hambrienta y enferma no ha recibido más que bofetadas. Estaba recién nacida, en los días de fiesta de 1991, cuando fue asesinada por el cuartelazo del general Raoul Cedras. Tres años más tarde, resucitó. Después de haber puesto y sacado a tantos dictadores militares, Estados Unidos sacó y puso al presidente Jean-Bertrand Aristide, que había sido el primer gobernante electo por voto popular en toda la historia de Haití y que había tenido la loca ocurrencia de querer un país menos injusto.

El voto y el veto
Para borrar las huellas de la participación estadounidense en la dictadura carnicera del general Cedras, los infantes de marina se llevaron 160 mil páginas de los archivos secretos. Aristide regresó encadenado. Le dieron permiso para recuperar el gobierno, pero le prohibieron el poder. Su sucesor, René Préval, obtuvo casi el 90 por ciento de los votos, pero más poder que Préval tiene cualquier mandón de cuarta categoría del Fondo Monetario o del Banco Mundial, aunque el pueblo haitiano no lo haya elegido ni con un voto siquiera.
Más que el voto, puede el veto. Veto a las reformas: cada vez que Préval, o alguno de sus ministros, pide créditos internacionales para dar pan a los hambrientos, letras a los analfabetos o tierra a los campesinos, no recibe respuesta, o le contestan ordenándole:
-Recite la lección. Y como el gobierno haitiano no termina de aprender que hay que desmantelar los pocos servicios públicos que quedan, últimos pobres amparos para uno de los pueblos más desamparados del mundo, los profesores dan por perdido el examen.

La coartada demográfica
A fines del año pasado cuatro diputados alemanes visitaron Haití. No bien llegaron, la miseria del pueblo les golpeó los ojos. Entonces el embajador de Alemania les explicó, en Port-au-Prince, cuál es el problema:
-Este es un país superpoblado -dijo-. La mujer haitiana siempre quiere, y el hombre haitiano siempre puede.
Y se rió. Los diputados callaron. Esa noche, uno de ellos, Winfried Wolf, consultó las cifras. Y comprobó que Haití es, con El Salvador, el país más superpoblado de las Américas, pero está tan superpoblado como Alemania: tiene casi la misma cantidad de habitantes por quilómetro cuadrado.
En sus días en Haití, el diputado Wolf no sólo fue golpeado por la miseria: también fue deslumbrado por la capacidad de belleza de los pintores populares. Y llegó a la conclusión de que Haití está superpoblado... de artistas.
En realidad, la coartada demográfica es más o menos reciente. Hasta hace algunos años, las potencias occidentales hablaban más claro.

La tradición racista
Estados Unidos invadió Haití en 1915 y gobernó el país hasta 1934. Se retiró cuando logró sus dos objetivos: cobrar las deudas del City Bank y derogar el artículo constitucional que prohibía vender plantaciones a los extranjeros. Entonces Robert Lansing, secretario de Estado, justificó la larga y feroz ocupación militar explicando que la raza negra es incapaz de gobernarse a sí misma, que tiene "una tendencia inherente a la vida salvaje y una incapacidad física de civilización". Uno de los responsables de la invasión, William Philips, había incubado tiempo antes la sagaz idea: "Este es un pueblo inferior, incapaz de conservar la civilización que habían dejado los franceses".
Haití había sido la perla de la corona, la colonia más rica de Francia: una gran plantación de azúcar, con mano de obra esclava. En El espíritu de las leyes, Montesquieu lo había explicado sin pelos en la lengua: "El azúcar sería demasiado caro si no trabajaran los esclavos en su producción. Dichos esclavos son negros desde los pies hasta la cabeza y tienen la nariz tan aplastada que es casi imposible tenerles lástima. Resulta impensable que Dios, que es un ser muy sabio, haya puesto un alma, y sobre todo un alma buena, en un cuerpo enteramente negro".
En cambio, Dios había puesto un látigo en la mano del mayoral. Los esclavos no se distinguían por su voluntad de trabajo. Los negros eran esclavos por naturaleza y vagos también por naturaleza, y la naturaleza, cómplice del orden social, era obra de Dios: el esclavo debía servir al amo y el amo debía castigar al esclavo, que no mostraba el menor entusiasmo a la hora de cumplir con el designio divino. Karl von Linneo, contemporáneo de Montesquieu, había retratado al negro con precisión científica: "Vagabundo, perezoso, negligente, indolente y de costumbres disolutas". Más generosamente, otro contemporáneo, David Hume, había comprobado que el negro "puede desarrollar ciertas habilidades humanas, como el loro que habla algunas palabras".

La humillación imperdonable
En 1803 los negros de Haití propinaron tremenda paliza a las tropas de Napoleón Bonaparte, y Europa no perdonó jamás esta humillación infligida a la raza blanca. Haití fue el primer país libre de las Américas. Estados Unidos había conquistado antes su independencia, pero tenía medio millón de esclavos trabajando en las plantaciones de algodón y de tabaco. Jefferson, que era dueño de esclavos, decía que todos los hombres son iguales, pero también decía que los negros han sido, son y serán inferiores.
La bandera de los libres se alzó sobre las ruinas. La tierra haitiana había sido devastada por el monocultivo del azúcar y arrasada por las calamidades de la guerra contra Francia, y una tercera parte de la población había caído en el combate. Entonces empezó el bloqueo. La nación recién nacida fue condenada a la soledad. Nadie le compraba, nadie le vendía, nadie la reconocía.

El delito de la dignidad
Ni siquiera Simón Bolívar, que tan valiente supo ser, tuvo el coraje de firmar el reconocimiento diplomático del país negro. Bolívar había podido reiniciar su lucha por la independencia americana, cuando ya España lo había derrotado, gracias al apoyo de Haití. El gobierno haitiano le había entregado siete naves y muchas armas y soldados, con la única condición de que Bolívar liberara a los esclavos, una idea que al Libertador no se le había ocurrido. Bolívar cumplió con este compromiso, pero después de su victoria, cuando ya gobernaba la Gran Colombia, dio la espalda al país que lo había salvado. Y cuando convocó a las naciones americanas a la reunión de Panamá, no invitó a Haití pero invitó a Inglaterra.
Estados Unidos reconoció a Haití recién sesenta años después del fin de la guerra de independencia, mientras Etienne Serres, un genio francés de la anatomía, descubría en París que los negros son primitivos porque tienen poca distancia entre el ombligo y el pene. Para entonces, Haití ya estaba en manos de carniceras dictaduras militares, que destinaban los famélicos recursos del país al pago de la deuda francesa: Europa había impuesto a Haití la obligación de pagar a Francia una indemnización gigantesca, a modo de perdón por haber cometido el delito de la dignidad.

La historia del acoso contra Haití, que en nuestros días tiene dimensiones de tragedia, es también una historia del racismo en la civilización occidental.

Brecha 556, Montevideo, 26 de julio de 1996.



Eduardo H. Galeano
Revista Brecha 1996

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