viernes, 12 de octubre de 2007

El Guadalmedina es un río

EL GUADALMEDINA ES UN RÍO
(Cuatro tópicos vertidos sobre el río)

No es un río... No está claro si llevaba agua permanente antes del siglo XV... Es una herida... La técnica puede resolverlo todo..., así rezan los tópicos que voy a combatir.

Estas ideas, que trato de mostrar que son meros lugares comunes, fueron vertidas en el programa de televisión de Localia que conduce Domi del Postigo, el pasado 11 de octubre, por parte de dos de los tertulianos: el ingeniero Alba y el historiador Mateo, oponiéndose a las sugerencias del arquitecto Romero.


1. El Guadalmedina es un río

Estamos en la provincia de Málaga ante un escenario típicamente de clima mediterráneo y en una orografía de fuertes pendientes, que dan a la mayor parte de los sistemas fluviales de Málaga su peculiar comportamiento.

“Hay que comenzar, aunque parezca muy básico, rebatiendo esa desafortunada definición de río, que se hizo popular en los viejos libros escolares, como “corriente continua de agua”, visión estática absolutamente falsa. Nada más lejos de la realidad: un río es mucho más complejo que una simple corriente de agua, y por otra parte esa corriente nunca es continua, ya que presenta un claro dinamismo en el espacio y en el tiempo, fluctúa, sufre crecidas y estiajes, y puede dejar de llevar agua durante periodos prolongados de tiempo sin que por ello deje de ser ese sistema que llamamos río”. (Ollero, 2007). A esta mala visión escolar también ha contribuido la definición del diccionario de la Real Academia que sigue manteniendo en la entrada de río la acepción de “corriente continua de agua”. Y otros diccionarios tan prestigiosos como el María Moliner y el Seco mantienen esta acepción trasnochada, por lo que no podemos culpar al común de que la vaya repitiendo. Esta interiorización tópica explica que el argumento cale en los oyentes.
Para explicar lo que las modernas ciencias fluviales dicen de los ríos, seguimos con el profesor Ollero, geógrafo, especialista en territorio fluvial. Se expresa así: “Los ríos son sistemas naturales enormemente dinámicos y complejos. Su principal función es el transporte de agua, sedimentos y nutrientes, pero además conforman espacios lineales de gran valor ecológico, paisajístico y territorial, auténticos corredores que enlazan montañas y tierras bajas. Por lo tanto la red fluvial- los ríos o sistemas fluviales- constituye un elemento clave en la dinámica ambiental y en la planificación territorial”. Y más adelante, para salir de toda posible duda, aclara: “Existe, entonces, un sistema fluvial general, con mayúsculas, como mecanismo global, pero cada cárcava, cada arroyo, cada barranco, cada rambla, cada río, cada uno de sus tramos, toda una red de drenaje, toda una cuenca hidrográfica, con sus vertientes y sus cauces, todo ello son sistemas fluviales... Son muy variados en sus dimensiones y caracteres, aunque coinciden en lo fundamental: en todos el agua- más o menos abundante, permanente, discontinua o esporádica-se moviliza a favor de la pendiente, en todos ellos hay procesos geomorfológicos de erosión, transporte y sedimentación, en todos ellos hay vida –y también intereses socioeconómicos- porque hay agua”.

Por tanto hoy más que hablar de ríos hablamos de sistemas fluviales, que son complejos mecanismos hidrológicos, geomorfológicos y ecológicos de movilización superficial de las aguas continentales, en el sentido de la pendiente, que transportan materiales que contienen sedimentos y nutrientes. Como se podrá adivinar este es el caso del Guadalmedina, del que se puede predicar que es un sistema fluvial tal como ha sido definido, o que es un río si el término nos resulta más familiar. Ambos términos son sinónimos.

El texto refundido de la ley de Aguas ( Real Decreto 1/2001, de 20 de julio)se aproxima más a la nueva concepción de sistemas fluviales que los diccionarios mencionados. Así, en su artículo 2, dice literalmente: constituyen el dominio público hidráulico del Estado: b. Los cauces de corrientes naturales, continuas o discontinuas, Y en el mismo sentido, la Directiva Marco de Aguas 2000/60/CE, en el artículo 2, 4) se lee: “río”: una masa de agua continental que fluye en su mayor parte sobre la superficie del suelo, pero que puede fluir bajo tierra en parte de su curso.
El Guadalmedina pasa, también, la prueba de la legalidad.

La tesis de María Elena Martín-Vivaldi titulada Estudio hidrográfico de la “Cuenca Sur de España”, de 1991, nos proporciona la siguiente radiografía hidrológica del río, tomando como base los datos de aforo establecido en el pantano del Agujero (a seis km de la desembocadura), y que abarcan un periodo que va desde el año hidrológico 1912-13 hasta el 1975-76: “Caudal medio anual o módulo del río Guadalmedina: 0.95 m3 /s” lo que suponen una aportación anual media de 30 hm3. “El año más caudaloso fue el de 1939-40 con 5.1 m3 /s de media” lo que supuso una aportación anual de 158 hm3.
Siguiendo los resultados de esta tesis se puede comprobar que de los veintidós ríos estudiados de la Cuenca, pertenecientes a la provincia de Málaga, el Guadalmedina ocupa el sétimo lugar en cuanto a módulo o caudal medio de las series estudiadas.
Y la autora concluye el estudio de este río diciendo que: los coeficientes de caudal ponen de manifiesto un tipo de régimen subtropical mediterráneo con máximo invernal (enero 2.8) y un largo y acusado estiaje. A partir del mes de septiembre aparece una ligera escorrentía que va aumentando durante el otoño, alcanzando su máximo en invierno. Las aguas altas duran aún en los primeros meses primaverales para, a partir de mayo, comenzar un rápido descenso que deja sin agua al Guadalmedina en los meses de julio y agosto.
Y este régimen se da cuando aún están pendientes de reforestación unas 8.000 ha, desde hace más de setenta y cinco años que se inició la repoblación de la vertiente izquierda del río. El río Guadalmedina lleva agua, materiales, sedimentos y nutrientes

2. El río llevaba agua permanente antes de la conquista católica.

Acudiendo a la autoridad de José Ángel Carrera, ingeniero forestal muy vinculado a los Montes de Málaga, podemos conocer que de este río, que desde los tiempos más remotos hasta hace pocos años después de la reconquista fue un venero de riqueza y bienestar para Málaga y de cuyas aguas, por entonces permanentes durante todas las épocas del año, se sirvieron sus vecinos para atender todas sus necesidades. (Carrera, 1997).
Y Joaquín M. Díaz de Escobar, cronista de la ciudad en el pasado siglo, en sus Estudios malagueños: sobre el Guadalmedina confirma: “Todavía tres años después de la Reconquista conservaba el río permanencia de sus aguas y de ellas se abastecía el pueblo, según se acredita de un acuerdo tomado por los primeros Regidores de su Cabildo, que en 1490 mandan que ningún ganado turbe las aguas del Guadalmedina, porque usan de ellas los vecinos y era necesario que se mantuviesen puras, acuerdo que posteriormente se ve confirmado por otro, en el que se conmina con grandes penas a los que diesen agua en el río al ganado de cerda. Fue a la entrada del siglo XVI cuando se produjo la transformación y de manso y tranquilo río hubo de tornar en convertirse en torrente devastador.”

En el mismo sentido se pronuncia la Academia Malagueña de Ciencias en unas jornadas celebradas en junio del 2000. Entre las conclusiones de las mismas se hace la siguiente consideración: A partir del primer cuarto del Siglo XVI, se rompe el equilibrio de la ciudad de Málaga con su río (el Guadalmedina, “el río de la ciudad”), de caudal permanente, que venía coadyuvando a abastecer de agua a vecinos y ganado.
Resulta enternecedora esa imagen que se desprende del texto anterior al sugerir ese estrechamiento maternal de Málaga con su río que- se reitera en el nombre- le pertenece; pero ¿quién pertenece a quién?

3. Mantener la metáfora de herida es condenar de antemano a la desaparición al río de la ciudad.

Podríamos adelantar que si algo en la actual ciudad es herida son la mayor parte de las avenidas, como la de la Alameda en toda su extensión, amuralladas con el flujo continuo de coches que hacen difícil, peligrosa y poco saludable atravesarlas a píe. El río puede tranquilamente cruzarse a píe, en bici o en autobús, sin peligro y sin solución de continuidad. Si nos ponemos metafóricos, diríamos que toda la ciudad está crucificada de automóviles. El río ni es disuasorio, ni peligroso ni engorroso atravesarlo, la Alameda sí... y además con el monigote que corre más que “el tío los mixtos” marcándote la cuenta atrás del tiempo de seguridad que se te concede, bajo pena de ser ejecutado en el propio asfalto. La pregunta pertinente sería ¿cuántos ciudadanos/as han sido atropellados en los puentes y cuántos en las avenidas, en términos relativos?.

Cuando el pueblo llano intervino en la telediscusión que comentamos, un perchelero de los pocos que quedan dijo algo así: “ no me toquen el río, por favor, que es una de las pocas señas de identidad que quedan de esta Málaga, destructiva de su memoria”, y remató la argumentación con la sabiduría del común preguntándose “¿cómo podemos imaginarnos al Cautivo sin que pase por el puente?”.

El río es un símbolo. La ciudad existe por el río. A sus orillas, o cercano a ellas, la han estado habitando todos sus pobladores, desde la noche de los tiempos. Es el hito fundacional, tal como era: un cauce permeable con su territorio fluvial conexo, hoy bastante deteriorado. Volver lo más cerca posible de su estado original es recuperar señas de identidad, tan necesarias en una ciudad a la que su burguesía dice amar pero que la ha dejado abandonada reiteradamente, por mor del beneficio.
¿Porqué el río Guadalmedina es fundante de la ciudad?
Transcribo:"estas primeras colonias (fenicias) solían situarse en pequeñas islas cerca de las costas y sobretodo en la desembocadura los ríos... sus pobladores utilizaban las escorrentías para abastecerse de agua e incluso como sistema de excreta" (Cabrera, 1999).
Y en la misma revista, más adelante, citando a la profesora Aubert, se dice: "El reciente descubrimiento de un poblado indígena en el Bronce final en la misma desembocadura del Guadalmedina... no hace más que confirmar una estrategia colonial fenicia que sugiere no solo la existencia de acuerdos con los jefes indígenas de la zona, sino la intrusión del comercio fenicio en las mismas estructuras organizativas de las comunidades indígenas..."
No solo los fenicios, sino los pobladores anteriores andaban cerca del río, lo que no deja de ser lógico pues de allí sacaban el agua necesaria e insustituible y el rudo saneamiento primitivo.
Ahora ya podemos contestar quién pertenece a quién: la ciudad es la que pertenece al río. Guadalmedina podría traducirse más justamente como “la ciudad del río”.
Me uno a la demanda de sentido común del perchelero, ¿cómo vamos a amputarnos lo más prístino de nuestras señas de identidad? ¿no habrá que hacer como con los demás entes patrimoniales perdidos que nos aprestamos a recuperar, rehabilitar y conservar?.

4. La técnica, afortunadamente, solo resuelve algunas cosas; otras están por encima de los deseos y capacidades humanas.

Es habitual encontrar a los profesionales de la ingeniería muy poseídos de sus poderes. El siglo XX ha sido el suyo: caminos, canales y puertos a destajo. Y sigue la fiesta con el AVE, las autopistas y las ampliaciones de puertos y aeropuertos. Como dato curioso, una vez cumplido el PEIT (plan de infraestructuras nacional) tendremos más autopistas en términos relativos que cualquier país europeo y ¡también en términos absolutos!. Como ya somos el primer país del mundo en número de presas por habitante y superficie. Y de todo, como nuevos ricos, pedimos más cada día. El cambio climático no va con nosotros. Igualmente, muchos profesionales de la historia creen aún en el progreso. Esa manera de pensar que asigna automáticamente a los tiempos presentes mejores notas que a todos los pasados: todo tiempo pasado fue peor. Ahora con lo que sabemos y con el poder técnico que atesoramos o todo se puede hacer o se podrá en el futuro, piensan ellos. Digo todo esto porque tal fue la posición de los respectivos profesionales que intervinieron en el debate que comento. Del progresismo histórico, con Juan de Mairena, doble de Machado, recordamos que las cosas, con el tiempo, pueden empeorar. Y que el siglo XX ha sido unos de esos periodos de degradación moral y regresidad de más calado de toda la historia de la Humanidad: ha sido el siglo más mortífero de todos los conocidos.
Del poder prometéico de la técnica, sencillamente decimos, con toda la modestia que nuestra limitada condición humana nos confiere, que no todo se puede hacer. Además, que en muchos casos ni se debe aunque se pueda. El argumento para sostener esta afirmación, que contradice el carácter demiurgo de las posiciones tecnoentusiatas, es bien simple: no es posible sustituir a la biosfera en sus 3.500 millones de años de experiencia. Es decir, esa cantidad de tiempo construyendo una red inconsútil de interrelaciones, de retroalimentaciones, de fractales, de atractores, de coevolución, de simbiosis, de autopoiesis, de condiciones fuera del equilibrio, de emergentismo...
Casi todo lo que funciona y permanece es por biomímesis (por imitación de la naturaleza, o contando con sus leyes) ¿Quién dijo que la noosfera y la sociosfera pueden sustraerse de la biosfera?. Como seres vivos (primates sapiens) estamos enredados en esta red inconsútil complejísima, de la que hasta ahora los más sensato que hemos desvelado ha sido nuestra finitud, la provisionalidad de todos nuestros saberes y nuestra pertenencia sin solución a la biosfera.

La técnica es muy capaz para destruir ecosistemas pero está imposibilitada para crearlos, lo más que puede hacer es protegerlos y acelerar algunos procesos.

Esta incapacidad, aplicada a los ríos y a su restauración, se concreta en dos principios en los que ya muchos autores están de acuerdo. De un lado, el piensa global y actúa local, es decir la necesidad de llegar a soluciones globales que tengan en cuenta la unidad el sistema fluvial pero a partir de actuaciones concretas, locales. De otro, que la mejor formas de restauración es dejar que sea el río el que vuelva a crear y destruir, el que pueda volver a buscar su equilibrio dinámico perpetuo, el que sea capaz de reformarse así mismo, para lo cual la única actuación técnica que cabe es la de eliminar todas las cortapisas e impactos que impedían esa libertad.

Por todos estas razones rechazamos de plano toda intervención grandiosa, compleja y que violente aún más al río de lo que lo está. Rechazamos cualquier cosa que se parezca a un embovedado y al desprecio simbólico que se inflige con esa propuesta.

¿No será la hora de aplicar la sabia frase de Einstein, que cuelga ostentosamente de la fachada del Teatro Cervantes, que nos recuerda que sólo los tontos piensan soluciones más grandes, complejas y violentas y que el genio y el valor están, precisamente, en las soluciones contrarias, es decir en las pequeñas, sencillas y no violentas? ¿Qué más no es mejor?.

La geografía fluvial nos juzgará.

Málaga a 12 de octubre del 2007,


Bibliografía:

Carrera, J.A. (1997), La repoblación forestal en la cuenca del Guadalmedina en defensa de la ciudad de Málaga, en la revista Péndul, nº 9, Colegio de Ingenieros Técnicos de Málaga.
CEDEX (2004), Congreso de Restauración de Ríos y Humedales, Mº Fomento.
Legislación de aguas (2003), Editorial Tecnos.
Martín-Vivaldi, Mª.E. (1991), Estudio hidrográfico de la “Cuenca Sur” de España, Universidad de Granada.
Ollero, A. (2007), Territorio fluvial, Bakeaz.
Orozco, J y otros (2004), Por los ríos de Málaga, Airón Ediciones.
Varios (2003), Guadalmedina “versus” Málaga, del Boletín de la Academia Malagueña de Ciencias, vol. V.


Francisco Puche Vergara, de la Red Andaluza de la Nueva Cultura del Agua

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